Todo el mundo montañero de Madrid conoce bien la Sierra Norte (Somosierra, Ayllón, Sierra del Rincón) y, por supuesto, la Sierra de Guadarrama, pero la Sierra Oeste, que se corresponde con el sector del Sistema Central que une la Sierra de Guadarrama con Gredos, pasa completamente desapercibida.
Pero eso es precisamente lo que más nos atrae de estas montañas, la sensación de vacío y aislamiento que ofrecen.
La Garganta del Tobar es uno de esos parajes en los que el ser humano se siente solitario, aislado, en plena armonía con la Naturaleza. Grandes canchales cubren por completo ambas laderas, otorgando al valle un aspecto todavía más salvaje.
Nos acompaña Nacho, fiel seguidor de nuestras aventuras, que se ha inscrito a esta ruta para hacerle un hueco en su conciencia a esta maravillosa zona serrana de Madrid.
El arroyo del Tobar es tributario del río Aceña, principal afluente del Cofio. Discurre a lo largo de una garganta solitaria y agreste, a la que acuden sin dudarlo las Cigüeñas Negras en busca de paz y tranquilidad.
Varios Cuervos, Buitres Leonados y un Milano Real vuelan sobre nosotros mientras descendemos por el angosto cañón, que prácticamente no cuenta con sendero alguno. Mirlos y Zorzales salen de las zarzas sorprendidos por nuestra repentina presencia, se nota que no están habituados a la presencia de humanos por aquí.
Entre sauces, enebros, escaramujos, zarzas y espinos, un magnífico ejemplar de Acebo (Ilex aquifolium) resiste el embiste del Cambio Climático y sobrevive como un heredero de una estirpe que poco a poco se va agotando en el Sistema Central.
En cuanto las aguas cristalinas del Tobar se funden con el Aceña, subimos por la ladera hacia la Cuerda de Majalasvacas, desde donde contemplamos una magnífica panorámica de la lejana Sierra de Gredos.
Cruzamos el Pinarejo y subimos aguas arriba por el arroyo del Hornillo, para asomarnos por una de las cumbres del Puerto de Malagón.
Imposible no detenerse unos instantes para contemplar la extensa panorámica, desde donde se observa a una ciudad de Madrid sumida bajo un manto de contaminación.
Bajo una de las faldas del Monte Abantos, preside el gran mausoleo que levantó Felipe II en el siglo XVI: El Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
Descendemos por una ladera de fuerte pendiente hacia la Fresneda de Los Llanillos, lugar donde se conservan las antiguas terrazas del vivero forestal que sirvió para reforestar el Monte Abantos a finales del siglo XIX.
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