Foto: Teresa Muñóz. |
El primer tramo de nuestro itinerario se adentra por el interior del bosque subiendo por una ladera que está cubierta en su mayor parte por el Roble Melojo (Quercus pyrenaica), un robledal que cuenta con numerosos ejemplares centenarios.
A pesar de la fuerte lluvia, pudimos reconocer sobre el terreno algunos indicios faunísticos, principalmente excrementos y huellas del Ciervo (Cervus elaphus), del que llegamos a escuchar los pequeños resquicios que van quedando de la berrea.
Localizamos a este pequeño habitante del bosque, un Coleóptero perteneciente a la familia de los Tenebriónidos: Pimelia sp.
Se trata de un escarabajo saprófago, es decir, que se alimenta de materia orgánica en descomposición, una función recicladora muy importante para el funcionamiento normal del ecosistema forestal.
Otro de los habitantes frecuentes en los bosques es este Opilión, un curioso arácnido totalmente inofensivo, que se alimenta de pequeños invertebrados.
Tras recorrer la zona del robledal, descendemos hacia las profundidades del bosque, donde se encuentran los grandes castaños.
Los Castaños (Castanea sativa) fueron árboles venerados por las primitivas culturas europeas. Domesticado para obtener la nutriente cosecha de sus frutos y las ventajas de su noble madera, fueron los romanos quienes los distribuyeron por gran parte de la Península Ibérica.
Durante siglos, el hombre ha mantenido estos bosques fecundos en buen estado, explotándolos para obtener ambas materias.
En lugares como El Tiemblo, estos castañares se han convertido en bosques muy maduros. Prueba de su buen estado de conservación es la presencia de Lobaria pulmonaria, un liquen más propio de los climas oceánicos que está sufriendo una importante regresión en toda Europa como consecuencia del cambio climático.
La lluvia no cesa y nos obliga a buscar un refugio para resguardarnos y secarnos mientras comemos. Por suerte, encontramos leña seca en su interior que nos sirvió para preparar una buena fogata.
A pesar de la fuerte lluvia, pudimos reconocer sobre el terreno algunos indicios faunísticos, principalmente excrementos y huellas del Ciervo (Cervus elaphus), del que llegamos a escuchar los pequeños resquicios que van quedando de la berrea.
Localizamos a este pequeño habitante del bosque, un Coleóptero perteneciente a la familia de los Tenebriónidos: Pimelia sp.
Escarabajo del género Pimelia. |
Otro de los habitantes frecuentes en los bosques es este Opilión, un curioso arácnido totalmente inofensivo, que se alimenta de pequeños invertebrados.
Opilión sobre un tronco de castaño. |
Los Castaños (Castanea sativa) fueron árboles venerados por las primitivas culturas europeas. Domesticado para obtener la nutriente cosecha de sus frutos y las ventajas de su noble madera, fueron los romanos quienes los distribuyeron por gran parte de la Península Ibérica.
Castaño centenario. Foto: Teresa Muñóz. |
El liquen Lobaria pulmonaria sobre un castaño centenario. |
La lluvia no cesa y nos obliga a buscar un refugio para resguardarnos y secarnos mientras comemos. Por suerte, encontramos leña seca en su interior que nos sirvió para preparar una buena fogata.
Tan pronto como cesó la lluvia y no secamos en el refugio, continuamos con el itinerario, visitando algunos de los lugares más emblemáticos de este bosque.
No puede falta la visita al "Abuelo", un viejo castaño de más de quinientos años, que ha logrado sobrevivir durante siglos a períodos de sequía, incendios...
Recorremos ahora la otra ladera del bosque, dominada por el Roble Melojo y el Pino Negral, pero donde aparecen todavía grandes castaños como estos.
Allí nos encontramos con un rebaño de la raza guadarrameña de la Cabra Doméstica, una raza autóctona catalogada en Peligro de Extinción.
Tradicionalmente esta raza ha sido considerada como una variedad de la cabra Pirenaica, de ahí que se considere a la especie Capra aegagrus como su representante ancestral. Se caracteriza por el pelaje largo de color oscuro y la barba, grande en los machos y más pequeña en las hembras.
Rebaño de la Cabra Guadarrameña en el Castañar de El Tiemblo. Foto: Teresa Muñóz. |
Tal y como estaba pronosticado, a partir de las cinco de la tarde dejó de llover y pudimos disfrutar del final del itinerario sin la lluvia. Ello nos permitió sorprender a un par de ciervas que pastaban cerca del arroyo. También sorprendimos a un Trepador Azul (Sitta europaea) y a varios Arrendajos (Garrulus glandarius).
Una jornada pasada por agua pero no por ello menos atractiva para disfrutar de la estación de las lluvias y los colores.
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